Existen distintos tipos de leche de coco en el mercado y el principal elemento diferenciador es la cantidad de grasa que contienen. El modo de fabricación es miliar en todos los casos: partimos de pulpa de coco molida que sumergimos en agua (o en algunas ocasiones leche). Se remueve bien para extraer bien todo el sabor de la fibra y luego se escurre. A nivel doméstico lo podrías hacer con una batidora y luego escurriendo la pasta conseguida en una tela de quesero.
La clave está por lo tanto en la proporción de agua utilizada. Existen tres tipos de leche de coco:
La que podemos llamar leche de coco estándar, con una cantidad de grasa que está alrededor del 15% del volumen total. Es un producto por lo tanto bastante calórico pero muy aromático e ideal para usarlo en repostería, en la elaboración de helados, cócteles y para hacer maravillosos currys de influencia tailandesa o india.
Las leches de coco light o baja en calorías, que simplemente tienen una mayor proporción de agua y en las que el volumen de grasa está alrededor del 6% del total. Para elaborar esta leche, el producto suele esmerarse en utilizar cocos particularmente maduros y aromáticos para compensar la alta presencia de agua y evitar tener así un producto demasiado "aguado". Esta leche se puede usar igual que la normal y tendrá muchas menos calorías pero también menos aroma.
Finalmente, está la crema de coco, con gran contenido de grasa (hasta el 24% del volumen total). Es tan densa que se puede montar como si de nata se tratase, tanto a mano o mejor usando un sifón. Es una pequeña bomba calórica pero es una delicia. Se usa, como he dicho para hacer espumas y para hacer todo tipo de platos dulces y de repostería.
Acabemos diciendo que el agua de coco poco tiene que ver con la leche o la crema de coco. Se extrae del interior de cocos todavía no completamente maduros sin llegar a tocar la pulpa de los mismos. Es ligera, dulce y con muchas menos calorías pero indiscutiblemente tiene muchísimo menos sabor que la leche de coco.
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